Por ahí dijo alguien que habían pasado 23 años de su vida para poder conocer este impresionante edificio, que constituye un patrimonio histórico y cultural de El Salvador; pues, ¡sorpresa!, yo casi duplico esa cantidad de años y luego de varias décadas de ver sólo desde afuera, por fin pude ingresar y conocer por dentro esta joya arquitectónica.
Inicialmente, el Palacio Nacional albergó a los tres poderes del Estado salvadoreño. Ocupa una manzana completa en lo más concurrido del centro histórico de la ciudad y su diseño parecido a los palacios romanos llama mucho la atención de los transeúntes.
Sus salones cuentan con una decoración heterogénea pero muy estética. Sus lámparas en el techo, el diseño de pisos y cielos falsos, y la pintura en las paredes, son aún testigos de la vida política en otros tiempos.
El edificio cuenta únicamente con dos niveles, y en su interior hay un enorme jardín que aporta un agradable contraste de materiales.
Definitivamente, el Palacio Nacional es una visita obligada para todo aquel que aprecia la historia y la cultura salvadoreñas.
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